Resguardo Indigena de Caño Mochuelo
Organizado por: Fundación liebre Lunar con el apoyo del Programa Riqueza Natural de USAID
Agosto 3 a 5 de 2019. Caño Mochuelo, Casanare.
Realización del taller ORO VITAL en el Resguardo indígena de Caño Mochuelo con representantes de lOS 10 pueblos que lo conforman, realizado en la comunidad de Getsemaní:
Amorúa
Maibén-Masiware
Piapoco
Sáliba
Sikuani
Tsiripu
Wámonae
Waüpijiwi
Yamalero
Yaruro
Fotografías taller ORO Vital: Julian Lineros
Fotografias Fauna y Paisajes:
Rrodrigo Durán y José Ignacio Giraldo
EL RESGUARDO
RESGUARDO INDIGENA DE CAÑO MOCHUELO
En el extremo oriental de Colombia, arrinconados contra la frontera, y conviviendo con el ecosistema de sabana inundable, que está bajo agua durante buena parte del año, viven 14 comunidades de 10 pueblos indígenas de la Orinoquía. Las 94.760 hectáreas del resguardo de Caño Mochuelo son un pálido reflejo de un territorio ancestral de más de 3 millones de hectáreas, ajeno a las arbitrariedades de las fronteras que la colonización trazó en esa llanura, en la que hoy luchan por sobrevivir
Los wamonae o cuiba, los saliba, los sikuani, los piapoco, los maiben masiware, o podi podi masiwar, los yamalero, tampiwi o mariposos, los yaruro, los tsiripu o wayennato jiwi, los amorua, los wäupijiwi, son culturas nómadas o seminómadas milenarias, que desarrollaron cosmogonías, costumbres y prácticas de sostenimiento estrechamente ligadas a los ciclos naturales de la sabana y a la compleja red de vida de un territorio que todavía es frontera de la colonización blanca. Y son culturas que sienten todavía hoy en carne viva el despojo, el arrasamiento físico y simbólico, y el confinamiento que esta supuso. Porque la reserva de Caño Mochuelo no fue declarada en los años 70, y más tarde elevada a la categoría de resguardo, en 1986, como respuesta a una reivindicación territorial vigorosa, de pueblos ancestrales vibrantes y organizados, sino como medida de urgencia para evitar su completa desaparición. Medida que desde hace tres décadas se ha demostrado como insuficiente.
Estos pueblos sobrevivieron, huyendo, a las embestidas ‘civilizadoras’ de las Reducciones misioneras de los siglos XVII y XVIII, que quisieron someterlos al sedentarismo y la cristianización. Durante los siglos XIX y XX fueron diezmados por la expansión de la frontera agrícola, que avanzó empujada por esos sueños de fortuna que un terrateniente decimonónico creía al alcance de la nación, “por medio de la industria ejercida en una comarca donde la más generosa naturaleza sólo guarda el trabajo inteligente para colmar de bienes y riqueza a los que allí vayan a buscarlos”.1 Su existencia física y cultural ha sido violentada sistemáticamente por el imaginario blanco, que trajo al tiempo que la supuesta “civilización”, el “trabajo honesto” y el “capital”, también las demenciales masacres conocidas como cuibiadas y guaihibiadas.
La historia y la actualidad de los pueblos indígenas confinados en Caño Mochuelo interrogan no solo la integridad moral de una nación que hoy se reconoce como pluriétnica y multicultural, sino la comprensión sobre la importancia que tiene esa diversidad cultural, que es también patrimonio inmaterial de la humanidad, para la conservación de nuestro patrimonio natural. Puesto que, a pesar de esa concepción de país que tanto reconocimiento ha merecido, sigue siendo oscuro el destino de ecosistemas únicos y megadiversos, como los morichales y los bosques de galería que todavía se conservan en este triángulo fluvial, en el que el río Casanare entrega sus aguas al Meta.
No es sorprendente que existan tensiones y divisiones profundas en las comunidades que comparten el territorio de Mochuelo y entre estos y los poseedores de las tierras que rodean el resguardo, en muchos casos baldíos de la nación, que no han sido ni pueden ser objeto de adjudicación por parte del Estado. Son diez pueblos diferentes, de los que cuatro están en peligro de desaparecer, con lenguas, cosmogonías, autoridades, costumbres y prácticas diversas, hoy obligados a convivir en un territorio que no les da sustento. Un territorio que limita su capacidad de alimentarse, que los ha vuelto dependientes de la comida procesada y las raciones de bienestarina; que los ha enfermado con diabetes, anemia, problemas cardiovasculares y gastrointestinales que no existían, además de la tuberculosis y las enfermedades de transmisión sexual, especialmente el VIH, de reciente aparición. Un territorio sobre el que los mayores ya no pueden decidir, pues han perdido acceso a las principales rutas y corredores de importancia ritual y alimentaria, y en el que muchos jóvenes se debaten en un limbo cultural, cada vez más alienados de su memoria ancestral y de una prospectiva mínima de buen vivir. Un territorio cruzado por las rutas del conflicto y el narcotráfico. Un territorio, en fin, que todavía no ha sido olvidado por el afán del ‘progreso’, pues hace parte de bloques de exploración petrolera y es objetivo de las polémicas Zonas de Interés de Desarrollo Rural Económico y Social (ZIDRES).
La iniciativa Oro Vital por Colombia se acercó a Caño Mochuelo de la mano de Riqueza Natural, el programa financiado por la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional enfocado en la conservación de la biodiversidad de ecosistemas únicos y amenazados del Caribe y la Orinoquía colombiana, que acogió la propuesta de reconocimiento del patrimonio cultural y natural de Colombia a través del arte y el diálogo social.
Las dos organizaciones encontramos en Mochuelo un espacio natural de colaboración para asistir a las 14 comunidades indígenas en el proceso de comunicación y advocacy ante instancias clave de la institucionalidad y la sociedad colombianas. Nuestra unidad de propósito surge de la urgencia por atender la crisis humanitaria que se vive en el resguardo, que ofende nuestro sentido de dignidad humana y cuestiona la integridad de nuestro proyecto de nación. También se nutre del reconocimiento del valor intrínseco de la diversidad cultural y natural de nuestro país, que es un patrimonio de la humanidad que solo Colombia puede salvaguardar. Y sobre todo radica en la convicción compartida de la importancia de la integración de estas dos esferas, de lo humano y lo no humano, en un mismo marco axiológico, para la construcción de un concepto y una práctica de sostenibilidad que enriquezca y legitime las nociones occidentales de desarrollo y conservación ecosistémica.
Bajo ese marco de colaboración con Riqueza Natural, la iniciativa Oro Vital por Colombia apoya:
• La propuesta de ampliación del resguardo y el reconocimiento oficial de los corredores culturales de pervivencia.
• La recuperación cultural de la cosmovisión, los conocimientos tradicionales y el rol de las autoridades tradicionales y los ancianos en la organización y gestión social de las comunidades.
• La búsqueda de nuevas estrategias para la producción, transmisión y reproducción intergeneracional física y simbólica de los pueblos, abordando problemáticas sociales que emergen de la irrupción de modos de vida contemporáneos en estos territorios.
• La estrategia de fortalecimiento de la organización territorial interna, para encontrar soluciones de largo plazo a las tensiones y los conflictos entre los diversos pueblos y comunidades.
• La articulación de las autoridades tradicionales y la estructura de gobernanza del resguardo con las entidades territoriales y el Ministerio del Interior.
• La articulación con el Sistema Nacional Ambiental, especialmente con el Distrito Nacional de Manejo Integrado Cinaruco y los humedales de Paz de Ariporo, para lograr que el resguardo y sus comunidades se conviertan en agentes de conservación ecosistémica.
Se trata de tejer conexiones entre los valores superpuestos de conservación y desarrollo –agenciados por la iniciativa privada y las instituciones del Estado– con la autonomía territorial y la cultura ancestral de los pueblos indígenas, con el objetivo de apoyar en la búsqueda de soluciones que aprovechen el potencial de innovación del diálogo intercultural.
Creemos que es posible ir más allá de la idealización de las culturas indígenas y del paradigma conservacionista radical, pero también del desarrollismo a ultranza, que ha diezmado la base ecosistémica y la diversidad cultural de las sociedades humanas en todo el mundo, encontrando formas de integración biofísica y simbólica del ser humano en su entorno natural, tanto de nuevo cuño como aquellas que han coevolucionado con el ecosistema durante miles de años. Sentidos, prácticas y herramientas que sirvan no solo para un territorio en particular, sino para avanzar en el enorme desafío de la sostenibilidad en Colombia y el mundo.
Referencias
Augusto J. Gómez L. (1998). Cuiviadas y guajibiadas. La guerra de exterminio contra los grupos indígenas cazadores-recolectores de los llanos orientales (siglos XIX y XX). Anuario Colombiano de Historia Social y de la Cultura, 25.
Peña Gama, O. A., et al. (Coord.). (2016). Corredores culturales de conservación para la pervivencia de los pueblos indígenas de Caño Mochuelo. Propuesta territorial indígena para una región multicultural de conservación. Documento técnico del proyecto “Apoyo a la participación plena y efectiva de los pueblos indígenas en la definición y puesta en práctica de políticas, planes y proyectos de conservación que afectan a sus tierras, territorios y recursos para la plena aplicación de sus derechos individuales y colectivos” (EIDHR/ 2014/348-043), financiado por la Unión Europea.
Dhima, S. et al. (2019). Conversaciones del mundo II: Colombia - Brasil - Perú. Intercambio de experiencias, herramientas y aprendizajes sobre el reconocimiento de derechos y territorios indígenas para la salvaguarda del Noroeste Amazónico.
Ministerio de Cultura, Parques Nacionales Naturales de Colombia, Fundación Gaia Amazonas, Tropenbos Internacional Colombia Asociaciones de Autoridades Indígenas Tradicionales. (2016). Salvaguardia del patrimonio cultural inmaterial del noroeste amazónico Iniciativa binacional entre Colombia y Brasil Metodologías para la salvaguardia de la Cultura y Gobernanza. Segundo informe de avances. Documento técnico.
EL TALLER
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Participantes Taller ORO VITAL
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Trabajos finales
Exposición
Ilustración de Andrés Chaparro
EQUIPO REALIZACIÓN TALLER ORO VITAL:
ORO VITAL – Organización: Fundación Grupo Liebre Lunar
Pedro Ruiz: Artista Plástico
Catherine Reina: Tallerista
Andrés Chaparro: Tallerista
Julia Barreto: Asistente
Julián Lineros: Fotografía
Catalina Samper: Producción
Programa Riqueza Natural de USAID
Jerónimo Rodriguez
José Ignacio Giraldo
Beatriz Mogollón
Rodrigo Durana
Andrés Bermúdez
Textos: Santiago Rojas QUijano
Fotografías taller ORO Vital: Julian Lineros
Fotografias Fauna y Paisajes: Rodrigo Durán , José Ignacio Giraldo y Martín Villamizar
Organizado por:
Fundación Grupo Liebre Lunar
Coordinación General: Catalina Samper
Con el apoyo de:
Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID)
Programa Riqueza Natural y Pedro Ruiz - ORO Vital.
Esta publicación ha sido producida con el apoyo del pueblo de Estados Unidos de América a través de la Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID). El contenido de esta publicación es la responsabilidad total de Chemonics International y Fundación Grupo Liebre Lunar y no necesariamente reflejan las opiniones de USAID o del gobierno de Estados Unidos.